A pesar de perder fuelle, Fitur sigue siendo el peaje necesario de todo político.
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, afirmaba la pasada edición de Feria Internacional de Turismo (FITUR), celebrada en el mes de enero en Madrid, que la gran cita del turismo mundial había pasado de ser “la feria de las vanidades” a centrarse en un “objetivo profesional y empresarial”. A menos, ese cambio de comportamiento se lo atribuía a la presencia valenciana. Si hace 15 años, la Comunitat Valenciana mostraba en el escaparate de Fitur los grandes fastos que tenía en cartera y este pasado mes de enero, el Gobierno valenciano lo confiaba todo a la llegada de los ansiados fondos europeos. Bueno, el Consell que presiden Ximo Puig y cualquier gobierno local y autonómico necesitado de recursos al igual que necesitamos el aire para respirar. Pero mientras llega la bombona de oxígeno, un paseo por la capital del Reino nunca viene mal.
Con los máximos índices de la sexta ola de la pandemia en todo lo alto, allá que fueron a Madrid, un año más, cientos de políticos de toda España. Las diferencias respecto a los dispendios de antaño son simbólicas. Esta vez no hubo billetes de primera clase en el AVE. No os vayáis a pensar que, por ahorrar, sino porque Renfe solo vende butacas de la clase turista. La covid no le permite ofrecer su suculenta restauración a bordo a sus pasajeros más exclusivos. Ahí acaba el ahorro… y empieza a hincharse la burbuja.
La vida en una cola
El Atocha, colas enormes para coger un taxi. El bono metro no está hecho para políticos. Si pasas por el hotel – con tarifas desorbitadas pagada previamente por la administración de turno-, toca esperar ante el mostrador de recepción, donde solo hay un empleado debido a un ERTE. A la entrada del Recinto Ferial de IFEMA, más colas eternas para convencer a seguridad que tu pasaporte covid es válido, que estás vacunado y que no eres terrorista. Una vez dentro, después de un par de fotos y saludos de puños con los mismos colegas de profesión que ves casi a diario en lugar de trabajo, hay que buscar la salida porque nos espera la gastronomía madrileña.
Una vez degustados los tres vuelcos del cocido madrileño -pagado también con las dietas de manutención-, es momento de aliviar el estómago con una bebida espirituosa y, al rato, de probar si el colchón de hotel es de tanta calidad como anunciaba en su web. Tras una ducha reparadora, llega la cena en otro local de moda de ‘los madriles’, donde estaba la reserva hecha desde hace meses. Como compañeros de mesa, los mismos con los que compartías vagón de tres a primera hora de la mañana. Los mismos que te recuerdan que al día siguiente, en vez de hacer turismo ellos, tratan de trabajar un poco por el turismo de su ciudad. ¡Que para algo están en Fitur!
El ‘perfil’ profesional
Reconozco que el retrato que acabo de hacer del político que acude a Fitur es un poco exagerado. No quiero generalizar, pero tampoco pretendo caricaturizar a ese cargo público que cuenta los días que faltan hasta que vuelve a la siguiente edición de Fitur. Ese perfil ‘profesional’ lo tienen muchos visitantes de la feria, que ahora también se quejan de que “esto ya no es lo mismo que antes”.
Sus frases más repetidas son “en Fitur hay que estar”, “al que no pasa por aquí le ponen falta” y “¿has visto a fulanito qué desmejorado está? Esta fauna (ojo, que no está en peligro de extinción) tiene mucha moriña del pasado. Añoran esos tiempos en los que la Generalitat Valenciana contrataba cenas para más de 500 comensales, actuaba Julio Iglesias en exclusiva y las salas de fiestas y discotecas se disputaban quien acogía el ‘fiestón’ nocturno de la feria. El Fitur ‘la nuit’ causó estragos en las arcas públicas y en el historial de antecedentes judiciales y penales de gran parte de la clase política.
Hace poco leía que impulso para saltar del “mundo analógico” en el que nació Fitur allá por los años 80 al “mundo digital” no lo dieron las tecnologías sino los políticos. Como recuerda el presidente de la patronal hotelera de Benidorm (Hosbec), Antoni Mayor, “en aquellos años lo que hacían los políticos era agotar todo el marisco de la capital. Se comía mucho más entonces que ahora, y con menos dinero”, explica el conocido empresario.
Llegan los grandes fastos
El cambio de siglo fue fundamental para Fitur. Lo mejor cada ayuntamiento, diputación o gobierno que se precie estaba en la ciudad del oso y el madroño. Da igual que militaran e el PP o en el PSOE: los barones regionales no faltaban a la cita. Y detrás de los primeros espadas, toda la nobleza. Fitur dejó de ser un evento profesional y se convirtió en un autohomenaje de líderes políticos, con la vuecencia de periodistas, compinches y secuaces que también sacaban parné.
Recorrer el pabellón 5 de Ifema, alquilado enterito para la Comunitat Valenciana, era entrar en un mundo de fantasía: desfiles de toda fiesta imaginable (Bellezas de Hogueras, escuadras de Moros y Cristianos, comparsas de Carnaval), simuladores de coches de Formula 1, paellas gigantes, degustaciones de majares típicos (da igual que fueran dulces que salazones), y mucha música. El bombo no dejaba de tocar. Un paisaje digno de una película de nuestro querido Luis García Berlanga. Y un paisanaje que solo reventó cuando empezaron a abrirse investigaciones criminales.
¿Crisis? ¿What crisis?
El espejismo duró hasta que la crisis de 2008 pinchó el globo, cada vez más pesado de deudas y más vacío de beneficios. Las denuncias políticas, por un lado y, sobre todo, las arcas públicas vacías, obligaron a abrir otra senda, la de la austeridad. El perfil bajo se imponía, pero como toda acción cíclica, la grandilocuencia de Fitur ya ha tomado el camino de vuelta.
Si la covid no hubiese marcado la pauta estos dos últimos años, otro gallo hubiera cantado. El desembarco de autoridades es, de nuevo, un hecho. El espectáculo de luz y color vuelve a ser visible. El provincianismo con el que muchos desfilan por la moqueta azul de Fitur es, otra vez, una realidad. ¿Hay más moderación? Sí, pero los ramalazos de pedantería vuelven a aflorar.
En esta última edición de la feria, todo líder político que se precie ha pasado por allí. Todos han hablado de “sostenibilidad”, “transformación digital” y “competitividad”. Y todos han prometido que el sector mas castigado por la pandemia, el turismo, será el principal motor para salir del pozo. Una recuperación que pasa por marcar un hito en la feria de las vanidades. Aunque Fitur se vista de seda, Fitur se queda. El folclore y los anuncios grandilocuentes forman parte del engranaje del marketing político que subyace por debajo de toda Feria de Turismo de Madrid. Y como hemos oído tantas veces, “the show must go on».